Sólo desaparecen aquellos a quienes olvidamos (o en su defecto, aquellos a quienes ya no leemos). Estamos seguros de que Eduardo Galeano perdurará para siempre en la mente y en el corazón de sus innumerables lectores.
¡¡¡ Hasta Siempre Maestro !!!
Su
biografía:
Eduardo
Germán María Hughes Galeano (Montevideo, Uruguay, 3 de septiembre de 1940 - 13
de abril de 2015).
Su padre fue
Eduardo Hughes Roosen y su madre Licia Esther Galeano Muñoz. En su juventud
trabajó como obrero de fábrica, dibujante, pintor, mensajero, mecanógrafo y
cajero de banco.
Se inició en
el periodismo a los catorce años, en el semanario socialista El
Sol, en el que publicaba dibujos y caricaturas políticas. Posteriormente
fue jefe de redacción del semanario Marcha y director del diario Época.
En 1973 se
exilió en Argentina, donde fundó la revista Crisis, y en 1976 continuó su
exilio en España. Regresó a Uruguay en 1985, cuando Julio María Sanguinetti
asumió la presidencia del país por medio de elecciones democráticas.
Posteriormente fundó y dirigió su propia editorial, El Chanchito, publicando
a la vez una columna semanal en el diario mexicano La Jornada.
Gran pensador,
crítico social y político. En él conviven el periodismo, el ensayo y la
narrativa, siendo ante todo un cronista de su tiempo, certero y valiente, que
ha retratado con agudeza la sociedad contemporánea, penetrando en sus lacras y
en sus fantasmas cotidianos. Sus trabajos trascienden géneros ortodoxos y
combinan documental, ficción, periodismo, análisis político e historia.
Desde la
publicación de Las venas abiertas de América Latina en el año (1971), se
ha convertido en un clásico de la literatura política latinoamericana. Su obra,
entre la que también destaca Memoria del fuego (1986), ha sido
traducida a una veintena de idiomas.
En enero de
2006, se unió a figuras internacionales como Gabriel García Márquez, Mario
Benedetti, Ernesto Sabato, Thiago de Mello, Carlos Monsiváis, Pablo Armando
Fernández, Jorge Enrique Adoum, Luis Rafael Sánchez, Mayra Montero, Ana Lydia
Vega y Pablo Milanés, en la demanda de soberanía para Puerto Rico.
Ha obtenido
numerosas distinciones, entre las que se destacan e el premio Sting Dagerman (2010), uno de los más
prestigiosos galardones literarios, en 2011 el Casa de las Américas, en 2013 el Alba de las letras. Ha sido galardonado con el Doctorado Honoris
Causa de la Universidad de La Habana (2001), de la Universidad de El Salvador (2005),
de la Universidad Veracruzana (2007), de la Universidad de Córdoba (2008) y de
la Universidad de Guadalajara (2013). También ha obtenido el Profesorado
Honoris Causa de la Universidad de Buenos Aires (2009).
Sus obras:
- Los días siguientes. 1962
- China 1964: Crónica de un desafío. 1964
- Los fantasmas del día del león y otros relatos. 1967
- Guatemala: Clave de Latinoamérica. 1967
- Reportajes: Tierras de Latinoamérica, otros puntos cardinales, y algo más. 1967
- Su majestad el fútbol.1968
- Siete imágenes de Bolivia. 1971
- Las venas abiertas de América Latina. 1971
- Violencia y enajenación. 1971
- Crónicas latinoamericanas. 1972
- Vagamundo. 1973
- La canción de nosotros. 1975
- Conversaciones con Raimon. 1977
- Días y noches de amor y de guerra. 1978
- La piedra que arde. 1980
- Voces de nuestro tiempo. 1981
- Memorias del fuego I - Los nacimientos. 1982
- Memorias del fuego II - Las caras y las máscaras. 1984
- Contraseña. 1985
- Memorias del fuego III - El siglo del viento. 1986
- Aventuras de los jóvenes dioses. 1986
- Entrevistas y artículos 1962-1987
- Nosotros decimos no: Crónicas (1963-1988). 1989
- El libro de los abrazos. 1989
- El tigre azul y otros relatos. 1991
- Ser como ellos y otros artículos. 1992
- Las palabras andantes. 1993
- Amares (Antología de relatos). 1993
- Úselo y tírelo. 1994
- El fútbol a sol y sombra. 1995
- Las aventuras de los dioses. 1995
- Mujeres (antología de textos). 1995
- Patas arriba. La escuela del mundo al revés. 1998
- Las aventuras de los jóvenes dioses. 1998
- Patas arriba. La historia del mundo al revés. 1999
- Bocas del Tiempo. 2004
- Carta al señor futuro. 2007
- Espejos. Una historia casi universal. 2008
- Los hijos de los días. 2011
- Mujeres. 2015
Sus
textos:
Compartimos algunos de los textos
publicados en EL LIBRO DE LOS ABRAZOS
El
mundo
Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
- El mundo es eso – reveló -. Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
- El mundo es eso – reveló -. Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
Los
nadies
Sueñan las pulgas con comprarse un
perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de
pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena
suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del
cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la
mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando
de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los
dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los
ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino
supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino
folklore.
Que no son seres humanos, sino
recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia
universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la
bala que los mata.
El
diagnóstico y la terapéutica
El amor es una enfermedad de las más
jodidas y contagiosas. A los enfermos, cualquiera nos reconoce. Hondas ojeras
delatan que jamás dormimos, despabilados noche tras noche por los abrazos, o
por la ausencia, de los abrazos, y padecemos fiebres devastadoras y sentimos
una irresistible necesidad de decir estupideces.
El amor se puede provocar, dejando
caer un puñadito de polvo de quereme, como al descuido, en el café o en la sopa
o el trago. Se puede provocar, pero no se puede impedir. No lo impide el agua
bendita, ni lo impide el polvo de hostia; tampoco el diente de ajo sirve para nada.
El amor es sordo al Verbo divino y al conjuro de las brujas. No hay decreto de
gobierno que pueda con él, ni pócima capaz de evitarlo, aunque las vivanderas
pregonen, en los mercados, infalibles brebajes con garantía y todo.
La
función del arte /1
Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadioff, lo llevó a descubrirla.
Viajaron al sur.
Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.
Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura.
Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre
- ¡Ayúdame a mirar!
Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadioff, lo llevó a descubrirla.
Viajaron al sur.
Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.
Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura.
Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre
- ¡Ayúdame a mirar!
La
función del lector /1
Cuando Lucía Peláez era muy niña, leyó
una novela a escondidas. La leyó a pedacitos, noche tras noche, ocultándola
bajo la almohada. Ella la había robado de la biblioteca de cedro donde el tío
guardaba sus libros preferidos. Mucho caminó Lucía, después, mientras pasaban
los años. En busca de fantasmas caminó por los farallones sobre el río
Antioquia, y en busca de gente caminó por las calles de las ciudades violentas.
Mucho caminó Lucía, y a lo largo de su viaje iba siempre acompañada por los
ecos de los ecos de aquellas lejanas voces que ella había escuchado, con sus
ojos, en la infancia. Lucía no ha vuelto a leer ese libro. Ya no lo
reconocería. Tanto le ha crecido adentro que ahora es otro, ahora es suyo.
Celebración
de la voz humana /1
Los indios shuar, los llamados jíbaros,
cortan la cabeza del vencido. La cortan y la reducen, hasta que cabe en un
puño, para que el vencido no resucite. Pero el vencido no está del todo vencido
hasta que le cierran la boca. Por eso le cosen los labios con una fibra que
jamás se pudre.
La
dignidad del arte
Yo escribo para quienes no puedan
leerme. Los de abajo, los que esperan desde hace siglos en la cola de la
historia, no saben leer o no tienen con qué.
Cuando me viene el desánimo, me hace bien recordar una lección de dignidad del arte que recibí hace años, en un teatro de Asís, en Italia. Habíamos ido con Helena a ver un espectáculo de pantomima, y no había nadie. Cuando se apagó la luz, se nos sumaron el acomodador y la boletera. Y, sin embargo, los actores, más numerosos que el público, trabajaron aquella noche como si estuvieran viviendo la gloria de un estreno a sala repleta. Hicieron su tarea entregándose enteros, con todo, con alma y vida; y fue una maravilla.
Nuestros aplausos retumbaron en la soledad de la sala.
Nosotros aplaudimos hasta despellejarnos las manos.
Cuando me viene el desánimo, me hace bien recordar una lección de dignidad del arte que recibí hace años, en un teatro de Asís, en Italia. Habíamos ido con Helena a ver un espectáculo de pantomima, y no había nadie. Cuando se apagó la luz, se nos sumaron el acomodador y la boletera. Y, sin embargo, los actores, más numerosos que el público, trabajaron aquella noche como si estuvieran viviendo la gloria de un estreno a sala repleta. Hicieron su tarea entregándose enteros, con todo, con alma y vida; y fue una maravilla.
Nuestros aplausos retumbaron en la soledad de la sala.
Nosotros aplaudimos hasta despellejarnos las manos.
Llorar
Fue en la selva, en la amazonia
ecuatoriana. Los indios shuar estaban llorando a una abuela moribunda. Lloraban
sentados, a la orilla de su agonía.
Un testigo, venido de otros mundos,
preguntó:
- ¿Por qué lloran delante de ella, si
todavía está viva?
Y contestaron los que lloraban:
- Para que sepa que la queremos mucho.
Eduardo Galeano en
EDUC.AR
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