martes, 7 de abril de 2015

LEER LIBROS ALBUM. Dos lenguajes, miles de lecturas posibles

El libro álbum es un género relativamente reciente que se caracteriza por la confluencia de dos tipos de lenguajes: el lingüístico y el visual. Si bien sus orígenes se pueden ubicar con la aparición de los primeros libros ilustrados, este género ha recorrido un camino muy propio desde la segunda mitad del siglo XX, diferenciándose de los libros en los que la imagen acompaña el relato.

Texto e imagen hacen una síntesis; en lugar de uno ser apoyatura del otro, ambos lenguajes se combinan para tejer una única historia, que genera y admite distintas posibilidades de lectura. Esta narración que constituye el “texto-imagen” reclama un rol constructivo por parte del lector, que deberá enhebrar el sentido a partir de la decodificación de ambos y de su interrelación. La investigadora española Cecilia Silva-Díaz (2006), ahonda: “Cuando leemos vamos haciendo ajustes; calibramos lo que quieren decir las imágenes de acuerdo a lo que afirman las palabras y lo que quieren decir las palabras de acuerdo a las ilustraciones; esta oscilación de ajustes y reajustes es permanente y única en cada lectura. En un álbum un discurso siempre limita o expande al otro; lo que quiere decir que un código siempre simplifica o complica lo que el otro asiente”.


La lectura textual, caracterizada por la concatenación, la linealidad y por sostener cierto orden, se cruza con la lectura espacial que ofrecen la imagen y el diseño. La doble secuencia invita a prestar especial atención a las particularidades de cada lenguaje.

El venezolano Fanuel Hanán Díaz (2007), ha identificado al libro álbum con un territorio en el que imagen y texto dialogan. "La lectura, como tradicionalmente la concebimos, nos impone dictatorialmente una dirección lineal. La palabra escrita se ordena en secuencias, como la música, como el cine. Sin embargo, las ilustraciones exigen una lectura espacial. ¿Por dónde comenzamos a ver una pintura? ¿Cómo privilegia el ojo la lectura de una imagen? ¿Qué nos llama la atención en primera instancia? ¿Cómo jerarquizamos detalles o figuras?". Estos interrogantes nos llevan a plantear la tensión que el lector experimenta ante un libro álbum. Por un lado, el texto obliga a seguir adelante. Por el otro, las ilustraciones invitan a detenerse, a mirar cuidadosamente, a fijarse en los detalles, a descubrir signos”. 

El libro álbum nos invita a revisitar nuestro propio concepto de lectura. Si las imágenes, el tratamiento estético y el diseño producen sentido, estamos entonces ante una lectura no verbal. Se ha considerado incluso que el núcleo del álbum es la imagen y que su narración plástica relega al texto a ser un elemento más entre otros, y hasta que es posible prescindir de las palabras para contar la historia.

Texto e imagen
El libro álbum surge hace muchísimos años, a fines del siglo XIX, bajo la denominación de «libros de láminas», junto con otros libros llamados «libros ilustrados». “En función de las posibilidades que las técnicas de impresión de cada época permitían, se fueron explorando las distintas maneras de conjugar el texto con la imagen. Mientras más se desarrollaba la técnica de la impresión, más se incorporaba la imagen al texto”, indica Claudio Ledesma. Luego de la Primera Guerra Mundial desaparecen por sus altísimos costos pero ya en la década del 60 inician lo que será un desarrollo expansivo y sostenido.

Nuevamente las editoriales se atreven a armar este tipo de portadores desde una nueva idea: texto e imagen en íntima colaboración, como un solo proyecto que se formula en simultáneo y donde ambos lenguajes construyen significados y argumentos.

Leer sin palabras
Acostumbrados a la lectura textual, resulta pertinente entonces adentrarnos un poco más en el mundo de las imágenes. “Si entendemos la lectura como una actividad que consiste en decodificar e interpretar signos, los álbumes sin palabras también se leen. Leer significa identificar los signos particulares, descifrar las conexiones de los signos con los objetos que representan, reconstruir las secuencias a partir de las relaciones espaciales y temporales de dichos signos y comprobar o refutar las expectativas que se van generando continuamente”, indican Emma Bosch y Teresa Durán (2009).

De la misma manera que el texto escrito se expresa a través de convenciones como la sintaxis, la puntuación, la fonética, la imagen lo hace valiéndose de la línea, el color, la perspectiva, la textura, la luz, la composición, el trazo. Las ilustraciones no son un reflejo de la realidad (parece una obviedad) sino un recorte singular orientado a comunicar. En sentido estricto, constituyen un texto en sí mismo en tanto se presentan como un conjunto de signos relacionados entre sí, secuenciados, para producir significado. La lectura de imágenes implicará entonces preguntarse por qué se han seleccionado unos elementos en detrimento de otros, y qué mensaje se ha querido construir. El código visual nos ubica como lectores desde cierto punto de vista. Silva Díaz (2006) y también Bosch (2007) señalan que este adquiere una función narrativa propia; en tanto hay un encadenamiento, un despliegue espacio temporal, a través de las ilustraciones es posible contar una historia.

En la imagen se condensan distintos niveles de significación. Según explica Ledesma (2011), “sus distintos sentidos se encuentran de manera subyacente entre sus significantes, en calidad de una “cadena flotante” de significados, según la expresión de Roland Barthes. La denotación, en una imagen, se refiere a la relación que une el signo icónico con un referente. La connotación sobrepasa el marco estricto de la imagen para atribuirle un significado en el plano de los códigos culturales”.

A su vez, las imágenes evocan y dialogan con otras imágenes: “Así como en la literatura se habla de intertextualidad cuando el texto se relaciona con textos anteriores, en el mundo de la imagen podemos hablar de intertextualidad visual: detrás de una imagen, podemos encontrar muchas otras con las cuales el ilustrador dialoga, cuestiona, imita, ridiculiza, etc”.

En el libro álbum, la imagen adquiere funciones del texto y viceversa, como lo explica Teresa Colomer (2005): “La imagen no solamente ilustra acciones sino que también ahorra la descripción de escenarios y tramas secundarias. Todos sus elementos, la diagramación, el formato, la tipografía, los colores, las guardas, que contribuyen a dar sentido a la historia”. Cada lector contará de un modo peculiar, ingresará por diferentes partes de la ilustración y se detendrá en partes de la obra dando su interpretación personal, lo cual no significa que cada uno interprete cualquier cosa. La obra pone lo suyo y dice determinadas cosas, genera una actitud expectante, una mirada atenta, invitando al lector a seguir, a quedarse, o a explorar más en ese punto. Cada punto dispara un nuevo desafío, incluso historias paralelas.

Al abrir un libro álbum se entra en contacto con un relato posible y con un modo diferente de contarlo. Como explica Hanán Díaz (2007), hay que seguir teniendo presente que lo artístico y su transmisión es el fin último y central para su selección. En esta búsqueda de efectos artísticos, los autores no dudan en llevar sus propuestas hasta la metaficción, como sucede en Las pinturas de Willy, de Anthony Browne, que, además de realizar un homenaje a las obras cumbres de la pintura occidental a través de la parodia, deja abierta una nueva historia cuando en su última página podemos ver que el protagonista, Willy, el chimpancé, abandona la habitación donde estuvo pintando y deja tras de sí una máscara de mono y su chaleco multicolor, ¿Quién es Willy?¿Quién es el autor de esta obra? Muchas de estas obras rinden homenaje a la historieta usando su unidad básica de narración, la viñeta, además de otros aportes como signos cinegéticos o globos de diálogo.
 
Desde el punto de vista de los registros lingüísticos, podemos encontrar de todo tipo, de la misma manera que, dentro del lenguaje poético propio de lo literario, encontraremos textos publicitarios o propagandísticos.

La lectura de un libro álbum convoca a una red de significación donde se ponen en juego elementos del cine, la historieta, la publicidad, en este contrapunto que generan el texto y la imagen. Este género abre un camino más para la formación de lectores activos, y no hay edad para su lectura. Desafía a quienes quieran hojearlo, una y otra vez, reflejando en cada interpretación, en cada significado que le da el lector, su propia historia con la literatura.

Elementos fundamentales del lenguaje visual
Hay colores que tienen más fuerza, más intensidad, y colores más suaves; la ilustración puede tener mucha luz y claridad o ser más bien penumbrosa; pueden aparecer trazos firmes y gruesos o finos y delicados. No es lo mismo un elemento en primer plano que una vista panorámica; ni centralizar el foco en un detalle produce los mismos efectos que adoptar una perspectiva en “contrapicada” - como si estuviéramos mirando desde arriba- o en “picada” -como si miráramos desde abajo. Para enriquecer la lectura del libro álbum y el encuentro de los alumnos con la narración en imágenes, repasamos aquí algunos de los elementos compositivos del lenguaje visual.

• La línea: el uso de la línea crea sentido en el dibujo; hay distintos tipos: curvas, rectas, continuas, discontinuas, finas, ásperas, negras, en color, etc. Con las líneas también se puede transmitir sensaciones como espontaneidad, delicadeza, violencia; o representaciones culturales como las líneas curvas transmitiendo sensualidad o femineidad.

• El color: es por todos sabidos que de los colores no solo se percibe si son fríos o polícromos, sino el hecho de que la sociedad les asigna valores y significados; es lo que pasa con el negro y el duelo en Occidente. También puede tratarse de un uso decorativo o simbólico.

• La textura: es un elemento esencial para crear el ambiente y la atmósfera.

• La perspectiva: se usa para lograr el efecto de tridimensión, pero también es un recurso gráfico para la creación de sentido. Por ejemplo, a través de ella se muestra el punto de vista del narrador/ilustrador.

• La composición: es la relación de los distintos elementos de la ilustración entre sí.
Cada uno de ellos tiene un significado en sí mismo pero cobra uno nuevo al ponerse en relación con los otros. Es fundamental para establecer la secuencia de lectura.

En relación a la convergencia con el texto, cabe agregar:
• La relación texto/imagen: la ilustración de un texto puede ser redundante, es decir, repetir lo mismo que el texto; o transmitir información nueva, por ejemplo, describir momentos de la historia que no están en el texto. Por eso, hay muchos libros que no se pueden comprender si solo se lee lo que dice el texto. Y otros que se entienden de manera diferente con ilustración o sin ella.

• El punto de vista: todo ilustrador toma una posición frente al texto que ilustra. A veces acompaña al autor literario y, en otras, puede ironizar, hacer un contrapunto o dramatizar lo narrado.

Recordemos aquello que el libro álbum NO es:
• Solo un libro ilustrado, donde la imagen cumple la función de acompañar al texto y reforzar su sentido; un libro objeto, donde priman la materia y la experiencia perceptiva.

Generalmente en el libro objeto la palabra se silencia o se minimiza, se construye un universo por develar, por imaginar, provoca otras escrituras, solo penetrando en la forma; no es necesariamente un libro de grandes dimensiones, o que tenga musiquita, perfumes, bellos dibujos, cueste mucho dinero o esté editado fuera del país.

El uso de libros álbum en la escuela propicia deslumbrantes encuentros de los niños y niñas de la mano de la belleza de la imagen y el texto. En ese placer, los adolescentes o adultos tampoco quedan fuera. No hay edad para el asombro ante la maravilla.


* Extraido de: BUENOS LIBROS PARA LEER, BUENOS DÍAS PARA CRECER 1. Reflexiones y propuestas para el mejoramiento de la lectura en el nivel primario. Material elaborado por el Plan Nacional de Lectura en apoyo a la Política Nacional de Intensificación de la Enseñanza de la Lectura en el Nivel Primario: Lic. Silvia Storino.