El siguiente es el discurso de apertura "Panorama desde
el Chaco: Claroscuros de la Lectura en 2011", que el 17 de agosto dio el
escritor Mempo Giardinelli, en Domo del Centenario, en el 16° Foro
Internacional por el Fomento del Libro y la Lectura, realizado en Resistencia entre los días 17 al 20 de agosto de este año:
Queridas y queridos colegas, autoridades nacionales,
provinciales, municipales, amigas y amigos... Se cumplen hoy 16 años desde que
empezamos a proponer estrategias para que este país vuelva a ser una sociedad
de lectores, capaz de salir de la oscuridad, la mediocridad y el resentimiento.
Y la verdad es que la Argentina se está recuperando como país lector, aunque en
materia educacional debería leer todavía mucho más y sobre todo textos cada vez
mejores.
Porque no hay otro camino que la buena literatura para
formar lectores competentes. Y eso significa que no hay mejores libros que los
clásicos. Lo que a su vez significa, o debería significar, que no hay mejores
orientadores de la buena lectura que los maestros y los bibliotecarios.
Ahora bien, ¿no es maravilloso, casi un sueño, advertir que
nuestro país hoy puede pensar y analizar estas cosas? Porque hace treinta años
éramos una carnicería, y hace veinte éramos una confusión, y hace diez
estuvimos al borde de la disolución nacional...
Pero ahora podemos pensar. ¿No es fantástico? Ahora la
educación ya no es la escuela donde los chicos van a tomar la leche o comer un
pedazo de pan, sino un lugar en el que se puede discutir la calidad educativa
que les damos. Y ahora la lectura ya no es aquel desaparecido al que debimos
recolocar en la agenda de este país; hoy es un problema que vamos resolviendo.
Más de tres lustros después de aquel primer Foro que
organizó nuestra entonces incipiente Fundación, con el auspicio de la
Universidad Nacional del Nordeste, la lectura ya está instalada en la
conciencia, el imaginario y la vida cotidiana de este país, y es en todo el
territorio, en las 24 entidades federadas una tarea en marcha, una pedagogía en
la forja. Enhorabuena.
Pero si hoy la sociedad argentina es más consciente del
potencial revolucionario de la lectura, eso, siendo mucho, y muchísimo, es poco
frente al titánico desafío que es recuperarnos como nación lectora. Porque los
daños de la censura, el miedo y las políticas monopólicas están todavía a la
vista y jamás debemos olvidarlos.
Nuestro modesto aporte, por lo menos desde 1998, consiste en
crear voluntariados para trabajar en programas concretos con el objetivo de dar
de leer. Con nuestro Programa de Abuelas Cuentacuentos, de Pediatras
Voluntarios, de Amigos Lectores y otras acciones solidarias, comenzamos a
llevar autores a las escuelas, donde previamente estimulábamos a maestros y
alumnos para que leyeran textos de quienes luego los iban a visitar. Así
crecimos como institución, y así creció este Foro, que no es otra cosa que un
espacio para debatir, imaginar, crear conciencia sobre el valor de la lectura y
sobre todo desarrollar estrategias lectoras que desburren no sólo a los chicos,
sino y muy especialmente a los grandes.
Hoy es obvio que los argentinos leen más que la generación
anterior. La estrategia nacional de promoción que ha venido ejecutando el Plan
Nacional de Lectura (PNL) arroja frutos positivos y estamos muy cerca de poder
afirmar que la Argentina tiene una política de estado de lectura, que es el
objetivo superior por el que siempre trabajó nuestra Fundación. Enhorabuena
también por eso.
Pero hay cosas que faltan y debemos señalarlas. Hace
exactamente un año, al inaugurar este Foro, anunciamos nuestra alegría porque
se ponía en marcha el Consejo Nacional de Lectura, organismo pensado para
coordinar esfuerzos e inversiones para garantizar la mayor calidad de lectura
de nuestros hijos y nietos. También se anunció en paralelo la realización de la
2ª Encuesta Nacional de Lectura, que desde hace años es una de las propuestas
que con más tenacidad impulsan nuestra Fundación y este Foro. Pero hoy, un año
después, infortunadamente debo decir que si ese Consejo se reunió, nosotros no
nos enteramos. Y de la encuesta, no tenemos noticias. Y no lo digo por puro
afán de crítica, sino porque hay ya mucho camino andado, y bien andado, pero
todavía no tenemos mediciones confiables sobre lectura y ése es un problema
serio. Hace años que nuestra Fundación propone la realización de una encuesta
de Lectura anual, preparada entre todos y con participación de las entidades
con trayectoria, para ver cómo evolucionamos.
Todo país necesita saber cuánto leen sus habitantes, porque
un país que no lee cercena su futuro. Y personas y pueblos somos lo que hemos
leído, pero también somos lo que nunca leimos. Y eso se paga.
Necesitamos, por lo tanto, redefinir y profundizar
estrategias y acciones concretas. Porque ya somos un país convencido de la
importancia de la lectura. Eso ya lo hicimos. Por lo tanto, no hace falta gastar
tanta energía en promocionar lo que ya sabemos y todo el país sabe. ¿Se
entiende lo que digo? ¿Me estaré explicando bien? Digo que ya no hace falta
tanta "promoción de la lectura". Ahora lo que falta es leer. O sea,
ahora viene la parte más difícil de una política de lectura: lograr que la
sociedad lea; que todo el país se convierta en una nación de lectores.
Y no se imaginan cómo me gusta abrir este Foro proponiendo
que ya no hablemos tanto de lo importante que es leer. Porque ahora hay que
leer. Ahora es necesario que todos y todas se pongan a leer, empezando por los
maestros y los bibliotecarios. Y los papás y las mamás de los chicos, todos y
todas, o sea la ciudadanía, que es la protagonista de la democracia.
A ellos tenemos que convertirlos en lectores. No sólo a los
chicos. Es a los grandes a los que hay que cambiar. A los grandes tenemos que
orientar hacia la lectura, porque si los grandes leen, leen los chicos. Y si
los grandes se embrutecen con la telebasura, los chicos también. Es así de
sencillo. Leer también es ver menos televisión, como es aprender a ser
espectadores conscientes y críticos. Única manera de preservarse de la
imbecilidad y la mentira cotidianas que ofrece la telebasura argentina.
Por supuesto que cuando digo "los grandes" me refiero
también a los funcionarios, los dirigentes, los empresarios. El drama de este
país está en los adultos; no en los chicos. Son los adultos los que no leen.
Incluso es evidente que muchos profesionales, y los dirigentes de todas las
disciplinas y actividades, también dejaron de leer. Y se les nota...
Por lo tanto, es el Estado el que debe garantizar el derecho
a leer, y no sólo con políticas educativas sino también aplicando recursos como
la excelente Ley de Medios Audiovisuales que ahora tenemos.
Es claro que estamos en el buen camino, y podemos
enorgullecernos de ello. De haber sido una nación lectora hace más de medio
siglo, pasamos al terror, la censura y la persecución. El retroceso cultural
argentino fue pavoroso. El paradigma de ascenso social que eran el libro y la
lectura fue destruido con maldad y a conciencia, y se lo sustituyó por el
paradigma de facilismo, especulación e individualismo que todavía está vigente
en algunos sectores. La privatización abierta o encubierta de la educación, y la
destrucción de la industria editorial argentina, abrieron las puertas a los
negocios a la vez que las cerraban para el conocimiento.
Por eso ahora que la reconstrucción en democracia está en
marcha y sus resultados se notan, podemos sentirnos orgullosos. Ya estamos
viendo jóvenes maestros que se hicieron lectores con la colección LeerXLeer, de
la primera Campaña Nacional de Lectura del Ministerio de Educación, y que fue
el verdadero inicio del actual PNL. Y hoy sabemos que las próximas generaciones
de maestros y de bibliotecarios estarán mucho mejor formadas, gracias a los
nuevos paradigmas de lectura, a los recursos y tecnologías que se están
asignando, a la existencia de nuevos acervos en las escuelas y sobre todo a la
inclusión del fomento de la lectura en la carrera docente. Sin duda ése es el
camino, y vamos bien. Hoy se lee mucho más que hace diez años, y lo sabemos
aunque no tengamos todavía las encuestas.
Pero una vez más: si eso es verdad, también lo es que
debemos mejorar la calidad de las lecturas. Porque si somos más lectores,
entonces leamos mejores textos. Y ayudemos a que los demás -los chicos, ahora
sí- lean mucho y de lo bueno. Y para eso yo sigo sin ver mejor estrategia que
la lectura en voz alta, estrategia que en nuestra Fundación venimos probando
como nadie en este país, y con resultados asombrosos. Ahí están las Abuelas
Cuentacuentos para probarlo; ellas son las verdaderas heroínas de esta tarea:
inteligentes, cultas, amorosas, van y dan de leer a los que no tienen, y leen
bien y leen lo bueno, y nos hacen sentir orgullosos del mejor programa de la
Fundación, porque además es gratuito absoluto: nadie paga, nadie cobra, y
nuestra función es garantizarles libros, aprendizaje y logística.
De ahí que nos sorprenden algunas resistencias. Porque al
menos aquí en el Chaco pero también en otras provincias, a pesar de la firme
decisión del Estado de acompañar y promover la propuesta de leer en voz alta
diariamente en las escuelas, hay inesperadas reticencias para aplicar esta
estrategia. Vemos a diario que es difícil quebrar cierta inercia negativa en
muchas escuelas. No en todas, pero sí en muchas. Parece mentira que haya tantos
maestros, y sobre todo directivos, que se niegan a incorporar esta práctica tan
simple, que ha demostrado ser verdaderamente revolucionaria porque es
generadora de las ganas de leer. Nos resulta increible que aún haya docentes
que no quieren sostenerla en el tiempo, y por eso aprovecho esta tribuna para
invitar nuevamente a todas las directoras y directores de escuelas del Chaco y
otras provincias a convertir a la Lectura en Voz Alta en política central de
sus establecimientos. ¡No necesitan nada para hacerlo: ni resolución
ministerial, ni aprobación de supervisores, ni grandes dotaciones de libros, ni
dinero ni tiempo! Sólo se necesitan ganas de leer, hacerlo amorosa y
encantadoramente, y durante nada más que 5, 10 o 15 minutos al inicio de cada
jornada...
Y ya que estamos, aprovecho también para proponerles, a
ustedes que son mayoritariamente maestros y maestras, que piensen que es hora
de ir cambiando algunas actitudes y prácticas... Acéptenme, por favor, que
señale que es muy común, demasiado habitual y harto complejo, observar cómo
maestros y profes jóvenes nos preguntan qué pueden hacer para que los chicos
lean, y cuando les respondemos que simplemente se trata de leer cada uno y
luego leerles a los chicos, nos responden que "lo que pasa es que no les
gusta leer...". Frase injusta y facilista, que hay que desterrar. Cuando
un docente culpa a sus alumnos de no leer es porque a él, o a ella, no le gusta
leer. Y no le gusta porque no sabe, o no conoce las simples virtudes de la
lectura. No se vale escudarse en la culpabilización de los chicos.
Claro que no estoy acusando a los docentes, que también
fueron víctimas de esas modas pedagógicas que en la Argentina hicieron del
placer literario un trabajo pesado y a las que no debemos dejar de denunciar.
Es necesario y urgente volver a enseñar Literatura desde el
placer estético. Que es la vieja idea de Dostoievsky y de Joyce, de Jane Austen
y de Borges y Julio Cortázar. Se trata de leer la mejor literatura como manera
de descubrir la maravillosa conciencia del descubrimiento, y sintiendo la
alegría de la libertad del espíritu en ebullición. Y si no saben cuál es la
mejor literatura, pregunten, que hay respuestas excelentes. Este Foro, con la
gente que invitamos, es el inicio de una respuesta en sí misma.
Y si esto es así, señoritas maestras y queridos profes, si
desterramos la idea de que la buena literatura es "difícil" o
"pesada", contrario sensu es imprescindible terminar con las
ejercitaciones obligatorias y trabajosas, que, más allá de las buenas
intenciones que las alientan, en muchos casos sólo entorpecen el simple y
grandioso placer de leer y la libertad de decir.
Sueño con un sistema educativo en el que la Literatura
vuelva a ocupar el primer lugar entre las Humanidades. Un sistema en el que se
lea Don Quijote como exhortación a la libertad y no para que a los catorce o
quince años los muchachos y las chicas se vean forzados a hacer resúmenes
inútiles, o clasificaciones temáticas, conductuales, geográficas o históricas,
y ni siquiera lingüísticas. Aspiro a un sistema en el que los jóvenes lean los
libros fundamentales de toda cultura, como son los clásicos, para simplemente
descubrir el goce que producen las andanzas, para apreciar el fulgor de la
ironía y las paradojas del ridículo, para incorporar escalas de valores, para
comprender lentamente el valor de la lectura en la vida de cada uno/una. Y
subrayo la lentitud de la lectura porque la lectura es sabor y es alimento. Y
porque el saber y el conocimiento son lentos, y porque toda prisa es idiota y
es bueno que los maestros lo sepan y lo enseñen. El aprendizaje es y debe ser
lento, pausado, sereno, porque sólo así es profundo, y porque lo lento encierra
siempre pensamiento y perspectiva de calidad.
Y claro, sueño también -y que me disculpen los editores- con
un sistema escolar que no sea permeable a las sugerencias interesadas de las
editoriales, y en particular las grandes multinacionales. Si ellas van a seguir
siendo las que determinen los contenidos de la enseñanza en la Argentina, vamos
a seguir en problemas. La diversidad y la calidad de la lectura debe
determinarlas el Estado a través de la orientación ministerial, respetando la
libertad de elección de cada profe y cada maestro en cada aula y con cada grupo
humano.
Otro tanto quisiera decir del trabajo de los bibliotecarios.
Que son mis hermanos, porque yo me crié en bibliotecas y las bibliotecas fueron
y son mi vida, como la biblioteca es el alma de nuestra Fundación. La verdad es
que se trabaja mucho por la lectura en las bibliotecas argentinas, sean las
populares, las públicas y las escolares, todas las cuales se están actualizando
después de años de abandono y obsolescencias. Pero también persisten, yo diría,
algunas taras profesionales que vienen de los tiempos del oscurantismo y el
miedo. Y hay que señalarlas para que en democracia las cambiemos. Por ejemplo,
y sencillito: creo que por más problemas económicos que tengan, las bibliotecas
escolares no deberían cobrar y mucho menos dejar de prestar libros a los chicos
porque no pagaron la cuota de la cooperadora... Esto es absurdo y hay que
terminarlo. No hay que pagar por leer. Ni siquiera las bibliotecas escolares
que fijan cuotas voluntarias, porque eso también está mal y encima termina
siendo excusa para que los libros no circulen.
¿Y no les parece además que ya es hora de que las
bibliotecarias dejen de atender quioscos de golosinas dentro de las
bibliotecas? Ésta es una costumbre nefasta que hace que en el recreo los chicos
vayan a la biblioteca a comprar alfajores y no a elegir qué leer. Es urgente
terminar con los quioscos en las bibliotecas, para que en el momento del recreo
los chicos vayan a buscar a un adulto que les recomiende libros y no que les
venda dulces. Eso pudo tener algún sentido en los 90 cuando el Estado no
enviaba libros ni se recibían dotaciones de la Conabip, ni había una ley de
bibliotecas como en esta provincia para sostenerlas.
Y si me permiten algunas ideas más: ¿no sería bueno que en
las salas de profesores haya libros, o que de la biblioteca se traigan
materiales para posibles lecturas, o que haya una pequeña dotación de textos
disponibles y con seguro recambio cada siete días? ¿Y que cada semana un profe
ofrezca una breve charla sobre un tema de su especialidad? ¿No sería bueno que
entre colegas se converse acerca de lo que van a compartir con los alumnos al
día siguiente, para recibir sugerencias, e incluso compartir alguna lectura entre
pares en un recreo? ¿Y de paso eludir las vacías conversaciones sobre algún
programa de la tele? ¿No sería precioso y útil que las bibliotecarias sean el
motor de estas prácticas, preguntando a los docentes si ya tienen lo que van a
leer mañana a sus alumnos?
Habría más propuestas, y desde luego no ignoro que persisten
las dificultades para acordar una política nacional que respetando las
diferencias regionales adopte líneas de acción comunes. Hoy a la Nación le es
muy difícil acordar sus políticas con todas las Provincias, y no sólo las
referidas a la lectura. Son rémoras del desastre educativo de las décadas
anteriores.
Por eso mismo quiero terminar diciendo cuánto nos fastidia
cuando se oye criticar a la educación en la Argentina como si los problemas
fueran de hoy. No es así, y esto no es ser oficialista como piensan algunos
tontos. Es innegable que hoy luchamos contra los desatinos de ayer, contra la
herencia perversa de la dictadura y el oscurantismo, y corrigiendo los pésimos
resultados del falso federalismo de los 90, que desquició a la educación
argentina. Y todo eso además de la perversa decisión de castigar salarialmente
a los maestros y debilitar a la escuela pública, que fue la política oficial
hasta hace ocho años. ¿O nos vamos a olvidar de los salarios miserables, el
maltrato al conocimiento, el abandono de la educación pública para estimular
empresas y negocios privados supuestamente educativos, y de las carpas
docentes?
Yo no digo que hoy la educación "está bien" en la
Argentina. Pero sí digo que ha mejorado muchísimo y que vamos por el buen
camino. Y eso hay que reconocerlo, aunque muchos políticos mezquinos e
ignorantes no lo hagan. Estamos en rumbo propicio y acertado. Valga como
ejemplo que hoy, discutir la calidad educativa es tanto o más importante que
discutir salarios. Esto significa que hoy podemos ocuparnos de la calidad de la
educación. Podemos planificar el devenir de la educación y la lectura.
Y decirlo no implica obsecuencia alguna, ni tampoco
conformidad. Porque como lo saben ustedes, y lo sabemos nosotros, las
cosas para los docentes nunca van a estar bien. Nunca ustedes van a estar
conformes, y nosotros tampoco, y ésa es una actitud intelectual sana y estimulante
que yo espero tengamos por generaciones.
Y ahora sí: declaro inaugurado este 16º Foro. Muchísimas
gracias. ..