jueves, 26 de septiembre de 2013

CAMPAÑA DE LECTURA EN LA VÍA PÚBLICA: "Pase Libre a la Lectura", EN LAS CALLES DE LA CIUDAD DE RESISTENCIA

 VOLUNTARIOS DEL IFD DE LAS GARCITAS, CON INTEGRANTES DE PLAN LECTURA CHACO, ANTES
DE INICIAR LA CAMPAÑA DE LECTURA EN LA VÍA PÚBLICA
Jóvenes voluntarios del Instituto de Nivel Terciario -acompañados por la Prof. Ely Rosso y la Rectora Prof. Alicia Torres- junto a integrantes del Plan Provincial de Lectura del Chaco, se instalaron durante dos jornadas en diferentes esquinas estratégicas de la ciudad de Resistencia y distribuyeron a los transeúntes más de 2000 ejemplares de las publicaciones literarias de la colección "Pase Libre a la Lectura". Dichas publicaciones surgieron como una iniciativa conjunta entre el Plan Nacional de Lectura y la Dirección Nacional de Políticas Socioeducativas.  


La colección incluye títulos para chicos y adultos de 16 reconocidos autores de literatura infantil y juvenil.

Para los más grandes:
  • Una de terror, de Pablo de Santis
  • El cuentista, de Saki
  • El árbol de la buena muerte, de Héctor Oesterheld
  • La suerte de la fea la linda desea, de Isidoro Blaisten
  • Kilómetro 11, de Mempo Giardinelli
  • Historias de amor, de Alejandro Dolina
  • Qué yeta ser mujer, de Inés Fernández Moreno
  • El payador perseguido, de Atahualpa Yupanqui
  • Piedras como estrellas, de Angélica Gorodischer
Para los más chicos:
  • Lupertius se enoja los jueves, de Ema Wolf
  • El día de los panaderos, de Laura Devetach.
  • Los héctores, de Ricardo Mariño
  • La bruja Maruja y otras historias de vuelo, de Oscar Salas
  • Reina mala, de Patricia Suárez
  • Anécdota y Malas Palabras, de Luis María Pescetti
  • Bellos cabellos, de Adela Basch

Con gestos de sorpresa y agradecimiento, peatones, automovilistas, colectiveros, ciclistas y motociclistas -entre otros- recibieron diversas publicaciones literarias con obras de reconocidos autores de literatura infantil y juvenil, editados por el Plan Nacional de Lectura.


Historia del que padecía dos males
Alejandro Dolina
En la calle Caracas vivía un hombre que amaba a una rubia. Pero ella lo despreciaba enteramente. Unas cuadras mas abajo dos morochas se morían por el hombre y se le ofrecían ante su puerta. El las rechazaba honestamente. El amor depara dos máximas adversidades de opuesto signo: amar a quien no nos ama y se amados por quien no podemos amar. El hombre de la calle Caracas padeció ambas desgracias al mismo tiempo y murió una mañana ante el llanto de las morochas y la indiferencia de la rubia. 


Bellos cabellos
Adela Basch
Miguel: Adelante, tome asiento aquí, por favor.
Laura: (Se sienta.) Gracias. Mire, me gustaría cortarme un poco. Creo que mi pelo está demasiado largo y sin forma, y tengo ganas de cambiar de aspecto. Quisiera un corte nuevo, con algo de original y algo de sugerente.
Miguel: ¿Con algo de mi gerente? Pero, señora, mi gerente es pelado. ¿Qué quiere, que la rape?
Laura: Pero no, quiero un corte novedoso, con una caída así (hace un gesto con las manos), como suave.
Miguel: ¿Cómo mi ave? ¿Con una caída como mi ave? Señora, yo tengo un canario, pero no se anda cayendo, vuela muy bien.
Laura: Mire, yo lo que quiero es un buen corte de pelo. Y que me de un aspecto más juvenil, más seductor, mimoso.
Miguel: ¿Su mozo?

(…)

Participaron también de esta Campaña de Lectura en la vía pública, el Coordinador de Plan Lectura Chaco del MECCyT, Prof. Oscar Yaniselli,  y la bibliotecaria Carmen Insaurralde del equipo técnico.


Malas palabras
Luis María Pescetti
Si a las malas palabras no hay que enseñarlas ni decirlas y, menos aún, escribirlas, ¿para qué están en los diccionarios? Los autores, los editores, ¿no se dan cuenta de la tentación a la que exponen a la gente? Es como dejar a un bebé sentado enfrente de un enchufe. El peligro es como un embudo. Entre observar la bonita pared sin peligro y meter un dedo en el citado enchufe, es seguro que el bebé optará por lo segundo. Habría que sacar las malas palabras de los diccionarios. No se puede a todas, porque algunas son malas palabras y partes del cuerpo, entonces como malas palabras estarán mal, pero como partes del cuerpo son necesarias, porque un médico las precisa. No se podría ir a una consulta y decir me duele aquí, y señalarse, porque es, incluso, más grosero. O en una cátedra de cirugía, otro caso, y que el profesor se viera obligado a decir: El… ustedes ya saben, ¿no? No, a las malas palabras y órganos hay que dejarlos. Hasta un abogado, un veterinario, incluso un policía, las necesitan por razones profesionales; pero hay muchas que son malas palabras y punto. No designan nada más. Ésas sí habría que eliminarlas. Y también advertir sobre otras que se hacen combinando buenas palabras. (…)