La poesía es
el género literario quizás más vinculado a la belleza del lenguaje, a lo emotivo,
a la trasmisión de sentimientos. Lejos de ser solo un producto de la
inspiración, el poema es un objeto estético hecho con palabras, una
construcción que se moldea a partir del trabajo paciente, cuidadoso y dedicado,
casi artesanal de su creador. El resultado es una pieza en la que cada elemento
se ensambla con otros para producir sentidos, imágenes y climas.

El lenguaje
poético circula en la infancia con naturalidad, no tiende a enseñar sino a compartir,
palabra fundamental del lector estético. La poesía a temprana edad imprime una
educación estilística, lingüística y sensible que se denotará de manera
oportuna cuando ese lector desarrolle otras capacidades. Además, implica una
educación para la emotividad y la creatividad, y ofrece la posibilidad de jugar
con la palabra.
El poema
tiene tantas puertas de entrada como lecturas y no hay una que valga más que
otras. Como toda obra de arte, estimula a imaginar, a pensar nuevos modos, a
mirar la letra escrita del derecho y del revés, a oír, a proponer otro ritmo, a
descubrir y evocar imágenes. La lectura compartida de poemas es una oportunidad
para disfrutar y admirarnos junto a los chicos; es habilitar un espacio para
que ellos mismos puedan poner en juego pensamientos, miedos, gustos,
preocupaciones. El arte puede ser un puente entre docentes y alumnos.
Apostar a la
poesía en el aula es también un modo de jerarquizarla, pues los niños
seleccionan, aceptan, evalúan, manifiestan y reciben. Toda selección imprime un
rasgo particular que, desde el aula, debería contemplar y respetar la mirada de
ese lector iniciático. Las deducciones de los adultos son generalmente un
patrimonio extraño a los alumnos; por esto se recomienda liberar al lector en
la propia sensibilidad que será construida desde la pasión del docente-lector.

Asimismo, hay
una palabra viva y dinámica que, más allá de su significado de diccionario, se
continúa cargando de sentidos en virtud del contexto inmediato en el que aparece.
Se ve atravesada por el ritmo, por el silencio, por su ubicación respecto de
otras palabras; hay un cruce de energías que se expande hacia todo el texto.
Cada una derrama significado y, a su vez, se resignifica en la interrelación
con las demás. Esto permite que puedan aparecer palabras inventadas por el
autor y que podamos reponer u otorgarles un sentido por su sonoridad, por su
posición, por su cercanía a otras.
Niños, escuela y poesía
En tiempos de
velocidad y pragmatismo exacerbado, cabría preguntarse cuál es entonces la
utilidad de la poesía y la respuesta nos ubica de inmediato en el núcleo del
problema: la poesía carece de utilidad, es decir, no “sirve” en cuanto a
instrumento, a aplicaciones más allá de ella misma, porque la poesía es un
objeto verbal, un algo indefinible nacido de palabras. A menudo, desde la
escuela establecemos relaciones no del todo exitosas entre la lectura de
poesías y los niños, precisamente porque pretendemos darle un uso, ya sea para
ilustrar algún tema (el agua, la primavera, etc.), para colorear los actos
patrios o para diseccionarla en pos de la identificación de sustantivos,
adjetivos y verbos.
Aunque este
pragmatismo es posible con algunos textos que en realidad no son poesía. Sin
embargo, muchas veces la escuela –mal que nos pese a quienes formamos parte del
sistema educativo- borra la memoria poética que los niños traen desde la cuna.
“Este niño feo/ que nació de noche/ quiere que lo lleven/ a pasear en coche·”,
dice una nana que las mamás han cantado infinidad de veces.

Del mismo
modo nuestros remotos antepasados se sintieron acunados por el canto,
estrechamente vinculado a la poesía a través de la sonoridad y el ritmo
(algunas corrientes modernas hablan de “orquestación” en poesía). Por eso las
búsquedas fónicas y rítmicas son buenas compañeras para empezar a trabajar
poesía con los niños. Deberíamos aplaudir un poema simple, marcar con las
palmas el ritmo o la cadencia, la sonoridad que se refugia en el corazón de las
palabras.
El arte es,
en principio, percepción. Y si se percibe a través de los sentidos, la poesía brinda
la posibilidad de poner a los niños en contacto con el arte desde muy temprana edad.
El sonido es uno de los primeros elementos por medio de los cuales el niño
comienza a conocer el mundo. Mediante él, inicia su contacto con la realidad
que lo rodea, y sus primeras decisiones, apetencias o temores, los manifiesta
generalmente emitiendo sonidos.
Las nanas
serán enriquecidas más adelante por las rondas (“Arroz con leche/ me quiero casar/
con una señorita/ de San Nicolás”), las adivinanzas (“Una cajita
chiquita/blanca como la cal/ todos la saben abrir/ nadie la sabe cerrar” –el
huevo-), los trabalenguas (“En el monte hay una cabra/ ética, pelética,
pelimpimpética,/ peluda, pelimpipuda…”), las retahílas -síntesis de la
concatenación propia de los fenómenos de la naturaleza y la vida- (“A la una
nací yo/ a las dos me bautizaron/ a las tres me confirmaron/ a las cuatro me
casé/…). Distintas formas maravillosas de potenciar la musicalidad del
lenguaje.
Si sabemos
que la oralidad es lo primero que los niños desarrollan y que solo así podrán llegar
a la escritura sin tropiezos, ¿por qué empeñarnos en que memoricen, ya desde el
jardín, extensos poemas utilitarios”?
Los niños deben tener la posibilidad de gozar de la musicalidad del lenguaje,
de su sonoridad, de percibir la armonía, sensibilizarse, emocionarse.
De otro modo,
solo los alejaremos de la preciada posibilidad de jugar con las palabras, de
comunicarse con sus compañeros, de poder escribir y escribirse. En los patios
de la escuela, en el recreo, sin maestros ni padres, en la vereda, los niños sostienen
la poesía, la más elemental y sonora, a la que le han incorporado sus
movimientos y sus fetiches: “Barbie, Barbie/ En la calle 24/ hay un grupo de
mujeres/ enseñándoles a los hombres/ así:/ karate, boxeo/ hay mucho coqueteo/
azúcar, limón/ luz, cámara/ acción./ Abierto, cerrado/ a todos los costados/ y
salta y salta/ me quedo en posición”.
Primeros acercamientos al género
Pensemos en
abrirle a la poesía la puerta de la escuela, ese bastión de la democracia que
debemos defender y construir cotidianamente. La poesía se convierte en un
encuentro con el otro a través de la lectura. Lecturas individuales, grupales o
corales irrumpen en el aula generando nuevos climas y acercamientos.

• Las
actividades a través de las anáforas son eficaces pues se puede trabajar la
repetición junto a la lectura en voz alta para individualizarlas.
“Mari mari po po / Mari mari sa sa /
Mari po / Mari sa / Mari po sa”.
Esta disposición de la palabra al servicio del ritmo genera en la poesía no
solo una especial musicalidad sino que opera como disparador de sentidos. La
anáfora es una más de las figuras retóricas que comparten la función de la
aliteración. Mientras esta busca dotar al verso de ritmo y musicalidad
repitiendo la primera consonante de cada palabra, aquélla lo hace colocando la
misma palabra al comienzo de cada verso. El resultado es similar.
• También
podremos enseñar la similitud como forma de comparación donde se acentúa la
lectura sobre dos poemas de diferentes autores.
• El
reconocimiento de la onomatopeya, permite identificar la redistribución de la imitación
de sonidos, voces de animales, etc., como así también focalizar en las aliteraciones
dadas en ciertas vocales.
El arte del
docente radicará en leer y hacer leer poesía, jugar con las metáforas y las personificaciones,
atender los ritmos y recursos sonoros, haciendo a los poemas partícipes cotidianos
del mundo escolar. La poesía se organiza a partir del juego entre el ritmo y el
silencio. Puede adquirir más velocidad u obligarnos a volver sobre nuestros
pasos. La secuencia de la sintaxis se quiebra con la extraña puntuación, con la
organización del texto, con la repentina pausa que impone el espacio en blanco.
Estos cortes dan la posibilidad de enriquecer la lectura horizontal con una
lectura vertical, en la que podremos establecer nuevos vínculos o pasajes entre
palabras aparentemente distantes.
Así, la
grafía de las palabras habilita una exploración gráfica que nos colocará a un
paso del poema visual. Si escribo por ejemplo, “bicho bolita” con las letras
tomando como renglón una circunferencia habré realizado mi primer poesía visual
que puedo terminar con la ayuda del docente de plástica.

¿Puede
Orosco
Zurrarnos?
¡Ogro!
Y a partir de
allí podríamos intentar con los alumnos de Segundo Ciclo, un poema sobre Orosco
y su estirpe: ¡sí! ¡los ocho!, de León Gieco, o alguno de ellos. Desarmar
poemas, cortando primero cada verso, y volverlos a armar, con un orden alterado
abrirá las lecturas del poema original a nuevos significados que anidaban ocultos
hasta para el autor. Y si redoblamos la apuesta y lo cortamos separando cada palabra
y las utilizamos después libremente sobre una hoja en blanco los resultados serán
sorprendentes. El poema collage es una técnica hermosa para practicar con los chicos.
Podemos
empezar con palabras tomadas prestadas de un poema y luego pasar a sobres en
los que hemos colocado títulos de diarios, frases que aparecen en avisos, toda una
gama de materiales verbales surgidos de otros contextos y con los que les propondremos
a los chicos que escriban poemas. Las palabras serán re significadas y estallarán
poemáticamente.
En la lectura
de sus trabajos escucharemos entre todos cómo suenan las palabras en una
disposición distinta a la esencial, cómo se han ubicado en el espacio, a qué
palabras ha elegido una palabra dada de compañeras y de cuáles se ha apartado.
Lectura y producción de poemas constituyen un interjuego entre los matices de la
palabra y sus sentidos que invitan a los alumnos a zambullirse en sus
emociones.
La poesía no
nos pide nada más que un poco de creatividad y libertad en la interpretación.
Es una
incitación a la actividad lúdica que nos ayudará a perderle el miedo al poema
para que la poesía sople donde quiera.
* Extraido de: BUENOS LIBROS PARA LEER, BUENOS DÍAS PARA CRECER 1.
Reflexiones y propuestas para el mejoramiento de la lectura en el nivel
primario. Material elaborado por el Plan Nacional de Lectura en apoyo a
la Política Nacional de Intensificación de la Enseñanza de la Lectura
en el Nivel Primario: Lic. Silvia Storino.